lunes, 9 de mayo de 2011

Caramel, crónica de una “lesbianada” anunciada

Vita Paz Moi
prends.moi.medellin@gmail.com


Tras una noche de sábado que empezó bien pero que no terminó como debió, llegué a casa antes de que el reloj diera las 11 de la noche (algo por supuesto no habitual para la vida de una lesbiana de edad media en Medellín).

Como es de sospechar, no tuve más alternativa que encender el televisor y ante una oleada de documentales sobre la etapa post parto en la mujer y programas de cocina con recetas que no haré ni en tres vidas, me dediqué a buscar “películas”.

Pasé por al menos 10 canales que una y otra retransmiten los mismos huesos de Michelle Pfeiffer, Bruce Willis y Will Smith hasta que, ¡oh gloria!, En uno de esos canaletes regionales que suelen sorprender por su arrojo cinematográfico, vi que en pocos minutos iniciaría “Caramel”.

Caramel (o Caramelo para mayores señas) es una película libanesa de 2006 muy laureada en varios festivales de cine independiente y/o cine arte, entre ellos el Festival de Cannes, donde fue presentada en 2007.

Hace algunos años quería verla pero nunca había podido: esta sería mi oportunidad.  Con agrado escuché que los invitados a comentar la película (muy sosos, por cierto), mencionaron de manera ligera que el filme, entre otros asuntos, tocaba el de la homosexualidad femenina; –interesante- me dije.


Palabras más, palabras menos. La película habla sobre la vida de cinco mujeres libanesas que se debaten entre la tradición y la modernidad con todas sus implicaciones: el amor, el sexo, la religión, la virginidad, los amores prohibidos (blah, blah, blah...). Pero el punto no es ese, el punto es cómo la película libanesa aborda la homosexualidad femenina.

La película empezó bien debo admitirlo, y durante la primera frecuencia aparecieron velozmente las cinco protagonistas: el momento de la verdad. ¿De cuál verdad? Pues la de saber si, como siempre, se había caído en el cliché de la lesbiana que parece tener un letrero en la frente.

Y sí, tal como lo vaticiné, nadie tuvo que decirme cuál de todas era la lesbiana, era evidente: más masculina que el resto, bastante torpe, la menos bonita, la que parece padecer cierto autismo, la que menos aparece, la menos importante, la que simplemente sirve para decir que se “cumplió” con una película incluyente y que aborda los temas de la contemporaneidad pero que no va más allá de eso, de la lesbiana evidente cuya participación parece limitarse a mirar con deseo –con deseo de camionero, además- a una hermosa libanesa –hetero confundida-.


Más y más de lo mismo... Decidir rodar una película en un país sin tradición cinematográfica y en el que la libertad de expresión está en entredicho, es algo muy valiente. Todavía es más valiente decidir hacer esa película sobre mujeres en un país, además de lo anterior, de tradición misógina. Es todavía más, mucho más valiente, aludir a la homosexualidad femenina. Si uno ya ha asumido tantos riesgos... ¿por qué no hacerlo del todo bien? Si una directora de cine libanesa decide hablar de lesbianas ¿por qué no ‘metersela’ toda?

Cliché y decepcionante. Caramel me quedó debiendo y me quedó debiendo mucho, como lesbiana y como espectadora, aunque acá sólo aludo a mis razones como lesbiana, luego les cuento porqué me decepcionó como espectadora.

Un tema mal manejado que quiso ser “insinuación” pero que al final sólo resultó ser, para mí, un brochazo irresponsable a un asunto tan complejo como la homosexualidad femenina en oriente medio. Quiso parecer íntimo, pero al final tampoco lo fue, el universo íntimo de las lesbianas no se reduce a mirar con deseo a otra mujer sino que va mucho más allá. Allá a donde no llegó Caramel.

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